Leyendas


A las maestras les diría que cuando encuentren en el manual de 5º grado que los indios "vivían", que ese tiempo lo corrijan porque los indios "vivimos" en formosa, en el Chaco, en Salta, en la Patagonia. Hay miles de aborígenes en la Argentina pero es muy poco lo que se conoce sobre las culturas aborígenes.
AIMÉ PAINÉ, mapuche, 1987

 

LA LEYENDA , una herramienta pedagógica.

Sin lugar a dudas, las leyendas constituyen una herramienta fundamental para conocer y estudiar las distintas culturas originarias ya que guardan una serie de saberes colectivos ancestrales que representan la variedad de pueblos que le han dado origen. Así como también, es imprescindible comprender los procesos históricos y los problemas que han atravesado en su experiencia comunitaria.



LEYENDAS 

LEYENDA Calchaquí

"Puente del Inca"

DSC03570Cuenta la leyenda que hace muchos, muchísimos años, el heredero del trono del Imperio Inca, se debatía entre la vida y la muerte, siendo víctima de una extraña y misteriosa enfermedad.
Las curas, rezos y recursos de los hechiceros nada lograban y desesperaban por no poder devolverle la salud.
El pueblo amaba intensa y entrañablemente al Príncipe de los Incas , invocaba a sus Dioses y realizaba sacrificios en su honor.
Fueron convocados los más grandes sabios del reino, quienes afirmaron que sólo podría sanarlo el maravilloso poder del agua de una vertiente, ubicada en una lejana comarca.
Partieron en numerosa caravana, vencieron infinidad de dificultades, marcharon durante meses en que veían agotadas sus fuerzas, y un día se detuvieron ante una profunda quebrada, en cuyo fondo corrían las aguas de un tempestuoso río.
Enfrente, en el lado opuesto, se observaba el codiciado manantial, pero... ¿cómo hacer para llegar a ese inaccesible lugar?
Meditaron durante mucho tiempo, tratando de buscar una forma de llegar hasta las milagrosas aguas, pero todo era en vano.
Cuando ya la desesperación los dominaba: aconteció un hecho extraordinario: de pronto se oscureció el cielo, tembló el piso granítico y vieron caer, desde las altas cimas, enormes moles de piedra que producían un estrépito aterrador.
wpe1.jpg 
(69108 bytes)Pasado el estruendo, y más calmado el ánimo, los indígenas divisaron asombrados, un puente que les permitía llegar sin dificultad hasta la fuente maravillosa. Transportaron hacia ella al Príncipe, quien bebió de sus aguas y bien pronto recuperó la salud.
La omnipotencia del Dios Inti, el Sol, y de Mama-Quilla, la Luna, habían realizado el milagro.
Así surgió, según la leyenda, ese arco monumental de piedra, que recibió el nombre de Puente del Inca, que se levanta custodiado por el Aconcagua, rodeado por la imponente belleza de los Andes.
 
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LEYENDA DEL NOROESTE

"El Zonda"

En la región del noroeste argentino es conocida esta vieja leyenda, cuyo protagonista es Gilanco, un indio altivo y dominante, era caudillo de su tribu y temido por su gran valor.
Lo consideraban el mejor cazador y por ello despertó varias veces las iras de Llastay y de la Pachamama, quienes le recriminaron la matanza despiadada de aves y guanacos.
 Un día, la Pachamama le anunció el castigo que le sobrevendría por ello. Para castigarlo, enviaría el Zonda, un viento cálido y seco, que incendiaría los campos, dejaría yermas las tierras entonces fértiles.
 A causa de la soberbia de Gilanco - dicen las consejas-: EL ZONDA ARRUINA LAS TIERRAS DEL CALCHAQUÍ.
Se cuela por entre las piedras de la pirca y las quinchas de los ranchos. Le tienen miedo los nativos y se santiguan creyendo que es el alma del cacique condenado a vagar en forma de viento. Y así llega su espíritu a contarles su castigo e implorar perdón por su pecado


LEYENDA GUARANÍ

EL SOL ROJO

        VOCABULARIO

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Tupá: Dios bueno de los
guaraníes.
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Tuyá: Anciano de la tribu.
Consultaba los astros.
Era curandero y sacerdote.
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Igtá: Hábil nadador.
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Picazú: Paloma torcaz.
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Ñuatí: Espina.
Entre los indios mocoretaes había uno, joven, aguerrido y valiente llamado Igtá (hábil nadador) que amaba a la más buena y hermosa de las mujeres de su tribu, Picazú (paloma torcaz), y quería casarse con ella.
  Los padres de Picazú consintieron en que se realizase tal boda; pero siendo necesario para ello la aprobación de la Luna, llamaron al Tuyá (adivino) de la tribu para que la consultara.
  Era una noche plácida y serena. La luz blanca, clara, brillante y hermosa de la Luna iluminaba los campos y las tolderías de los indios. Y el Tuyá interpretó:
  -Esa luz que nos envía la Luna significa que ella aprueba satisfecha la boda de Igtá y Picazú.
  Entonces, el Jefe de la tribu ordenó a Igtá demostrase a todos que en verdad era digno y merecedor de tomar compañera. Para ello debía arrojarse a las aguas de la laguna y nadar durante largo rato. Después, ir en busca de un gran número de presas de caza.
  Igtá, que era excelente nadador y había cazado mucho desde su niñez, realizó las pruebas con el mayor éxito, pues nadó cuanto se lo pidió y trajo entre sus brazos abundante caza.
  Las ceremonias de la boda realizáronse una noche, después de tres lunas. Se encendió una gran hoguera, a cuyo alrededor todos los indios comían, bebían, bailaban y gritaban, festejando tan grande acontecimiento.
  Pero algo faltaba para que Igtá y Picazú fueran felices: tener la seguridad de que Tupá, su dios bueno, había aprobado también la boda. Y esperaron.
  ¡Cuál no sería su pena y desconsuelo, cuando llegada la noche siguiente comenzó a caer una copiosa lluvia! Eran las lágrimas de Tupá las que caían sobre la tribu para significar el descontento y desaprobación del dios por haberse realizado la unión de los jóvenes indios.
  Igtá y Picazú no podían, pues, continuar unidos perteneciendo a la tribu. Debían huir y arrojarse a las aguas de la laguna. Allí había una isla donde moraban todos los que se habían casado contrariando la voluntad de Tupá. Los dos debían ir a esa isla para no volver jamás.
  Al día siguiente cesó la lluvia. Y por la tarde, a la hora en que el sol iba a ocultarse en el ocaso, Igtá y Picazú se arrojaron al agua y comenzaron a nadar.
  Los indios de su tribu, reunidos a orillas de la laguna, viéndolos alejarse lentamente, los injuriaban y maldecían para aplacar el enojo de Tupá y evitar sus castigos, pues ésta era su creencia.
  Igtá, hábil nadador, consiguió nadar buen trecho, ayudando también a su infortunada compañera. Poco faltaba a Igtá y Picazú para llegar a la isla sanos y salvos, cuando una nueva desgracia cayó sobre ellos: Ñuatí (Espina), un guerrero malvado de la tribu, les arrojó una flecha. Todos los indios lo imitaron, y entonces fue una lluvia de flechas la que llegó hasta Picazú e Igtá, quienes, heridos quizás por ellas, desaparecieron de la superficie de las aguas.
  En ese preciso instante el sol, que se hundía en el horizonte, tomó un intenso color rojo; y su luz tiñó la laguna e iluminó de rojo los campos y el cielo.
  Esto llenó de asombro a los indios, los que, atemorizados, huyeron velozmente, alejándose de la laguna.
  Mientras tanto Igtá y Picazú, ayudados sin duda por Tupá porque eran buenos, lograban salvarse y llegar a la isla, donde podrían al fin vivir felices, pues se amaban mucho.